Función Patriotica
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El dia de la mayor fiesta de cuantas celebra la iglesia católica, fue el que la villa de Torruella de Mongrí eligió para solemnizar una de las mayores funciones políticas que pueden ocurrir en una sociedad culta. A las nueve la mañana del dia del Corpus se habian reunido en la Plaza de la Constitución todo el pueblo, y forasteros que habian acudido desde los lugares inmediatos: en el centro de dicha plaza habia dos filas de bancos ocupados por los sugetos de más distinción, mezclados entre sí sin preferencia alguna: cerrando esta calle y dando frente á la casa de la villa, había otro banco en que estaba sentado el magnífico ayuntamiento presidido por el Sr. baile el muy digno ciudadano Don José Quintana; detrás se elevaba un compuesto tablado en que estaban los músicos que al intento se hicieron convocar para aquel dia. Todos los balcones que dan á dicha plaza estaban coronados de eclesiásticos, seglares, damas y demás. A los lados de la puerta de casa de la villa se habia colocado los gigantes que hacian muy buena vista; en frente de la misma puerta estaba una guardia de honor, compuesta de hijos del pueblo que habian servido en el ejército; ademas habia también en uno de los costados de la plaza dos morteretes cargados. Todo asi dispuesto, el espresado Sr. Baile, acompañado del regidor mayor, subió á casa de la villa, y asomándose al balcon, hizo descubrir la Lápida Constitucional que saludó con el sombrero diciendo: ¡Viva la Constitución! con uno de aquellos inesplicables gritos que saliendo del corazon, hacen latir los otros, y reproducir en ellos el mismo sonido. Asi fué, que se repitieron los vivas por todos los circunstantes, y esa vocería, la descarga de morteretes, las de fusilería de la guardia nacional, los dulces ecos de la música, todo esto formaba una mágica confusión que tenia un no sé que de interesante y patético que conmovia el corazon, al mismo tiempo que exaltaba el entendimiento. Luego con acompañamiento de la música, se cantó la cancioncita patriótica adjunta, compuesta por Don Alfonso Palau, joven aun de quince años y que promete las más lisongeras esperanzas. Entonces se colocaron también en diferentes puntos de la plaza varias composiciones poéticas alusivas al asunto, semejantes á las que se insertan; y por ultimo toda aquella multitud se dirigió al templo á postrarse ante el Sér supremo, con toda la ternura y efusion que puede inspirar el verdadero amor hácia un bienhechor en el momento de haber recibido un ansiado y muy grande beneficio. Por la tarde se hizo una edificante y lucida profesión, y concluída que fue la función de la Iglesia, empezaron dos bailes en las dos plazas del pueblo (que estaban iluminadas): el uno de estos bailes era peculiar del pais y muy propio por cierto de la sencillez de sus fundadores… baile que recuerda aquellos primeros ensayos del ingenio humano, cuando todavia le servia de norte la misma naturaleza. El otro baile, que llaman saráo se reducia á contradanzas, balses &c. pero todo con modestia orden y compostura que no podia uno menos de exclamar ,,He aquí los regocijos de un pueblo grave y cristiano,, La lluvia que sobrevino á cosa de la una finalizó la diversion pero no la fruicion interior de estos dignos españoles, que cada vez qué miran la Lapida Constitucional, dan un suspiro de gozo, y alzando al cielo los ojos dan otro de gratutid.
El que lo vió